CARTA Nº 6 : CÓMO LOGRAR LA FELICIDAD HUMANA

CARTA Nº 6 : CÓMO LOGRAR LA FELICIDAD HUMANA




Mis queridos nietos.
Actualmente, aún sin saberlo, la motivación que os mueve, y quizás el objetivo fundamental en vuestras vidas es gozar. Vuestra búsqueda de la felicidad se centra en perseguir el placer (el nivel más elemental del gozo), a través de alimentaros, tener calor, seguridad, afectos… Para ello, lloráis si tenéis hambre o el pañal mojado, o pedís verbalmente aquello que calme vuestra incomodidad. También elegís, de entre la montaña de juguetes que os inunda, aquél que satisface vuestros anhelos en ese mismo instante y os haga obviar cualquier escenario doloroso. Y todo ello en un marco de seguridad y afecto que lo alcanzáis en el calor del abrazo, de sentiros vistos y valorados, atendidos y queridos por vuestros padres y otras personas importantes para vosotros. Si observáis con detenimiento vuestras conductas, comprenderéis que se mueven siempre entre los dos polos sobre los que se asienta la supervivencia de la especie: en un extremo sufrís el dolor, el sufrimiento, la incomodidad y la insatisfacción del que pretendéis huir hacia el opuesto de satisfacción, equilibrio, placer.

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El vocabulario que escucháis , y poco a poco vais interiorizando, es que sois felices por lo que hacéis, estáis en una época despreocupada, feliz, de felicidad. Estos términos (felicidad, feliz) son palabras que se impregnan en vuestra mente y se convierten en el mantra de nuestra sociedad, de nuestra época, de nuestra vida. No concebís el dolor y el sufrimiento, queriendo apartarlo de vuestra vida, o al menos lo intentáis, ayudados y protegidos por las personas que os quieren, cuando es básico aprender a manejarlo (que no sufrirlo), enfrentarse a él y no evitarlo sin más. Adquirir esta habilidad es una útil y maravillosa herramienta de prevención y afrontamiento de futuros peligros que os podrían llegar a destruir.

Esta búsqueda inmediata del placer, adecuada para esta época de vuestro desarrollo evolutivo, no son una exclusividad de la infancia que vivís. Los jóvenes y adultos siguen este mismo patrón exclusivo de búsqueda del placer como sinónimo de felicidad. Sin embargo, yo pienso que se equivocan totalmente. ¿Disfrutar este tipo de placer momentáneo, perecedero es ser feliz? ¿Alcanzar este placer os da la felicidad? Esta es la cuestión de la que quiero hablaros.

Antes de nada, deciros que la palabra felicidad, aplicada al ser humano, no me gusta. Es absoluta, es una perfección inalcanzable, frustrante por tanto, incompatible con la imperfección humana. Le va mejor la palabra bienestar, más terrenal, parcial, más real y llena de errores. Esta sí es la “felicidad humana”. Y para “sentirse bien”, para alcanzar el “bienestar”, los placeres que obtenemos de la naturaleza (una puesta de sol, sentir esa brisa cálida en nuestra piel, mientras nuestros pies se asientan en el frescor del agua de la ola que muere a la orilla en la playa) o de la sociedad (una conversación con una buena amiga, ver una película, deleitarse con una canción) son necesarios, y cuantos más seáis capaces de disfrutar mejor. Pero no debéis cegaros. Estos placeres son únicamente un primer nivel de bienestar , un placer inmediato. Un bienestar más profundo, más específicamente humano, un nivel más alto de felicidad humana, solo podréis alcanzarlo si en la base de vuestra vida existe una “buena conciencia” (segundo nivel del gozo). Es decir, si hacéis lo que creéis que se debe hacer, aunque algunas veces no sea lo más placentero para vosotros. Difícilmente alcanzan esta buena conciencia y, en definitiva, un nivel de bienestar más alto los que participan en las prohibidas fiestas clandestinas durante el confinamiento, en esta época de pandemia por el coronavirus, sin ninguna medida de protección, sin mala conciencia, preocupados únicamente por el disfrute del placer individual inmediato, sin pensar en las consecuencias, ni siquiera al corto plazo de diez días, para el resto de la comunidad e incluso para ellos mismos.

Ante lo dicho, me podríais preguntar qué es lo que se debe hacer para alcanzar ese nivel superior de bienestar. Es fácil, inicialmente, la contestación. En una sociedad democrática lo que hay que hacer, en primer lugar, es cumplir las normas que todos nosotros nos damos. También debéis cumplir las que pueden no gustaros (levantaros temprano para entrar al colegio a la hora señalada, tomar el jarabe que sabe mal y que el médico recetó, no superar el límite de velocidad que se marca para prevenir accidentes, aunque se tenga un coche que lo supera en mucho, etc.). También hay que considerar que donde habitan personas afloran emociones y sentimientos y debería, por tanto, perder sentido el vivir de acuerdo al lema “¿y de lo mío qué?”, ya que se termina considerando a los demás (a los no-yo) como meros objetos plegados a mis intereses. Pensar en los demás como compañeros cooperadores, igualados en derechos y deberes, imprescindibles en el camino común (imperfecto, pero digno de vivirlo y gozarlo) hacia ese horizonte inalcanzable, nos hace más humanos y mejores. Así, para lograr una conciencia buena, el más alto nivel de bienestar, me gustaría que no fueseis cómplices conscientes de las injusticias de esta vida y, como os decía en una carta anterior, gritaseis para hacerla un poco mejor, aunque en algunos momentos os pudieseis quedar afónicos. En definitiva, esta forma de actuar y de manejaros por vuestra vida os llevará a tener una conciencia satisfecha y sentiréis vuestro cuerpo relajado y pleno de bienestar.

Profundizar en cómo se pueden adquirir las habilidades que nos permitan discurrir hacia este estado superior de bienestar, lo dejo para las próximas cartas que deseo las esperéis con amor.

Un beso muy fuerte.